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ANIMAL EXTRAVIADO



PARECE INCREÍBLE QUE POR DENTRO
YO ESTE HECHO DE CASCARAS DE FRUTA
DE GRANDES MANGOS
Y BANANOS
Y NÍSPEROS DE VINO
SI SOLO PUEDO NOMBRAR AFANES Y DESDICHAS

A ESTA HORA LOS PERROS LADRAN
LADRAN RENCOROSOS O ASUSTADOS
LA NOCHE ES UN ANIMAL EXTRAVIADO 
UN FANTASMA ENLOQUECIDO EN EL BOSQUE DE MIS SUEÑOS


Y SIN EMBARGO



DE NADA QUIERO ACORDARME
Y SIN EMBARGO
VIENE EL TUFO TRISTE DE LOS AMIGOS
Y ME DESPIERTA
ABRO UN OJO
UN SOLO OJO  ATOLONDRADO
Y COMPRENDO QUE MI VIDA SIGUE AQUI
PORQUE AUN ESTAN
LOS ZAPATOS Y EL HUMO

COMO UNA ORACIÓN


Las monjitas que pululan
como ratones blancos en este pueblo
llevan una taza de limosnas
la aprietan como una oración
contra sus senos marchitos
se dejan poseer por el olvido

Bajo un sol pálido
permanecen como musgos
detenidas en un tiempo más oscuro.

ALEPH



TENDRÍA 
          IGUAL QUE EL RASCACIELOS
                             SU MOMENTO DE OLVIDO
                                       -UNA MASA INMOVIL SUJETA CON RAICES DE METAL-

TENDRIA LA ESPERANZA
PIERNAS DE TIBIOS COLORES
FALDAS BATIDAS POR EL VIENTO
LABIOS HUMEDOS

TENDRIA LAGUNAS
DE AGUA
            Y DE MEMORIA
                  Y MUCHO TRANSITO DE DIAS Y PIES
                                                    -ALGUIEN DESCALZO RRECORRE UNA PLAZA-

TENDRIA ABRAZOS
Y MANOS ANSIOSAS
DESEADAS

TENDRIA HOJAS SECAS
MULLIDAS
CREPITANTES

Y SOBRE UNOS MUSLOS TENSOS
CORRERIA UN AIRE CALIENTE
DE RESPIRACION SOFOCADA

ALFILER BAJO LA LENGUA






No sabes que ellos llegaron
te despiertas y aun no lo sabes

Y te buscas en el espejo
en los ojos cansados
en la barbera que muerde el cuello
en el crepitar de murmullos secos
en los gritos lejanos de una vieja

Te descubres solo nuevamente 
sobre la cama en desorden

Ellos ya recorren la avenida ventosa
tu caminas el sombrío eco del instante
y no ves rezar a tus hermanas
Rezan con un alfiler 
                      que quema y cura
                                      debajo de la lengua
                                      
El día se acomoda
antes que los colores
que la luz y que los sellos
con cólera bebes el agua impura
en el cuenco de la humillación
en las palmas donde la eternidad aun forma
las figuras de tu niñez 
de ojos cerrados

cierras la puerta 
                          caminas 
En el cruce de las avenidas
un aire de aniversario
te aguijonea 

Miras distraido y eres visto
Los animales del cielo rugen tormentas
y piensas en un dibujo que aun no has visto  
Ellos ya se acercan en contravida
Saludas a la gente esquiva 
que apretuja un secreto en cada puño
que se aparta 
que te mira con asombro con lastima con miedo 
anunciando que ellos llegaron


No sabes morir
y sin saberlo 
has visto caer el casquillo de la última mañana


NOCHE Y MAÑANA




  
Tenía miedo
y otra vez hice una carpa con mi cobija
amarilla de luz
para que me protegiera

En la noche vacía
el dolor se derramaba en el suelo
empapando la tierra
y la voz de papá

Los perros morían
(y morían los gritos de mamá)
morían

Cuando no hubo más
salí al camino
sin pisar sangre ni cabezas
y aunque no regresé nunca
sigo temblando

EL ARBOL LA NUBE Y LA INFANCIA



I

Ella fue a visitarte al cuartel
al país del desespero
entre paredes de vieja tapia 
sembradas de dientes sueltos

Su cuerpo  
fragil de humo
lavaba la música de tu enfermedad
(Los guerreros lo pisotearon
antes de salir a acuchillar la vida)

No mueras del todo
te dijo
No te pongas rigido
Si dejas de morir vendran los otros
y seguirá la degollina

La miraste triste

II

El arbol que ahora es horca
fue columpio de la infancia

TIBIOS MURMULLOS EN LAS OFICINAS



I

Luego el silencio tejido de alambre
el parpadeo cierto que entra sin permiso
por la misma puerta en la que el tiempo naufraga
se enfría
se derrite sobre la sonrisa y la ropa
y los celos de las conversaciones


II

Sobre el acuchillado mineral los prados llueven manos
Dedos sobre la blanca bandera 
cada vez más sucia
 - la ceniza sopla la caligrafía de sus celajes -
de desiertos excavadoras y nudos impenetrables

III

Los que estamos jugando
fuera de las oficinas y los cuarteles
fingimos que vamos a amordazar el filo del cuchillo
el brillo apuñalado en el ojo
donde gotean restos de granadas
Mentimos que vamos a desarmar las lámparas
para que las velas transformen sus tinieblas
alumbren la agonía 
a los sagrados hipócritas
a las cabinas vacias de teléfonos públicos

IV
Delante del viento rugoso
frente al tablero
los recién nacidos desaparecen con la luz.

UN VIEJO SACA UNA PLUMA DE LA ARENA



I
Ahora soy
las irrisorias manchas de mi enfermedad
el cadáver que abandonarás 
en un corral de almendros

yo fui coleccionista de falsos viernes
poblados de arcángeles apasionados
alguna vez
en Cúcuta
Segada la médula de su estertor
entre pequeños dioses 
cortaba las palabras de los otros

Como un adelanto de condenación
tambien arranque los labios de una niña
tiernos meandros triturados en mis dientes
Gocé el deleite que aviva las moscas
las nubes secas que vigilan el universo

Antes que mis palabras apestaran a nostalgia
tu piel
la bestia que trincaba mi sonrisa 
sopló sus despedidas
alfabetos que no recordaban nada 
arrugas con filos cortantes
generosos

II
Junto al pamplonita
un viejo saca una pluma de la arena
entre remolinos de larvas delicadamente insólitas
convertidas en verdosa inmundicia
bellas como el vómito que dejan los recuerdos

Como todo angel caído
será devorado por el fuego



   
     


 Irreparablemente  alguien agoniza  en tu sueño
Entre perros que salen del parque
que ya no sé si es el parque
un árbol    
o los ojos de un enfermo

En mi sueño
es mentira que  llueve o que llovió
Y nadie sonríe    
  
Respiro
respiro
Te veo en mis ojos
vestida horriblemente de verde    
          sin  zapatos

En la acera opuesta un hombre muere 
Y sé       
Que hoy es otro lunes ciego

GABO Y LA PESTE DEL OLVIDO



Muchos, muchos años después, frente al silencio del espejo,  Gabriel García Márquez habrá de  olvidar minuciosamente una intensa vida, que entretejió con recuerdos, historias, historia, y  la  más fantástica y la más real literatura de Latinoamérica. Olvidará la vida del hijo del telegrafista de Aracataca, ese que recibió el máximo honor literario, el que conceden los lectores enamorados, apasionados, celosos de sus páginas. Olvidará también que recibió el Nobel.

Gabo se aleja de nosotros apoyado sobre la barandilla de un barco falso, con la sonrisa débil de los que tienen miedo. Cada vez más pequeño, más frágil,  más solo. Fantasma de sí mismo, nadie podrá acompañarlo en ese viaje de regreso a la infancia, al útero final. Ni Mercedes, que cada vez más inútilmente busca protegerlo, ni sus amigos que  a esta hora rezan literatura en todas las encrucijadas del mundo. Lo ha alcanzado la peste del insomnio  y el   olvido.

Ahora, como hicieran Aureliano y  José  Arcadio, la Fundación Periodistas Bolivarianos de América ha fijado con el alfiler de las imágenes y las palabras la memoria de sus hechos. Y lo ha hecho con la exposición 'Vida y obra de Gabriel García Márquez que todos podremos ver en la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero hasta el 3 de diciembre.

Los rostros familiares, sus libros, y esquirlas de su infancia en 120 láminas.  Pero no están las instrucciones para que la magia de su literatura vuelva a funcionar: Esta es una hoja en blanco, hay que escribir en ella la historia de Colombia y Latinoamérica con la intensidad con que el primer Dios creó su mundo, preñarla de imágenes desmesuradas y seres míticos, quitar el sabor a sangre de los muertos para que su muerte sea más corta, darles vida sobre una alfombra y bajo un árbol para que la tristeza del olvido no los ahogue, y soltarlos a su propia vida.  

Por eso están la fecha de lanzamiento, los tirajes editados e idiomas en los que se han traducido sus textos. Están también la profesora Rosa Helena Fergusson, quien le enseñó a leer y a escribir en el Colegio Montesori de Aracataca;  y Carmelo “Mono” Todaro Ternera.

Alberto Hinestroza Llanos, presidente de la Fundación Periodistas Bolivarianos de América, habla de tres años de investigación para homenajear los  80 años de Gabo. Una exposición que ha visitado tantos municipios y ciudades del país como hijos tuvo el coronel  Buendía; entre ellos  Barranquilla,  Bogotá y Aracataca. García Márquez, eternizado en testimonios y fotografías, desanda sus pasos en esta exposición, se despide desde lo que le ha sido más grato: las palabras y las imágenes.

Los que agitamos la mano en señal de adiós somos muchos, demasiados. Venceremos a nuestro modo la peste del olvido y Gabo seguirá agigantando el universo para nosotros, los amigos que no alcanzó a conocer y aquellos que ahora se extravían en sus recuerdos. Los que empezamos a sentir su despedida y con nostalgia le respondemos: adiós. gabito, adiós.    


INSOMNIO Y OLVIDO
(Fragmento de cien años de soledad)
Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. Fue así como les quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población. Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas por el insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.
Fue Aureliano quién concibió la fórmula que había de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, había aprendido a la perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: «tas». Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella la primera manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo, de modo que le bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.